Puri Díaz

SS

La Semana Santa, con sus tradiciones y simbolismo, ha sido una fuente inagotable de inspiración para artistas y escritores a lo largo de la historia. En esta visión personal, exploraremos cómo la Semana Santa se amalgama con la vida cotidiana y cómo sus antiguos rituales se manifiestan en un sorprendente espectáculo que se repite año tras año.

En las calles, la Pascua despierta de su letargo anual. Las sombras alargadas de los cirios se proyectan sobre las fachadas. Los militares, con sus impecables uniformes, flanquean los pasos procesionales, mientras los músicos entonan solemnes marchas que resuenan en el aire. Los cofrades, con sus túnicas y capuchas, avanzan en silencio como figuras de otro tiempo. Los artistas han plasmado esta escena en lienzos y esculturas. El manierismo, con su estilo exagerado y retorcido, encuentra su lugar en la representación de la pasión y la muerte de Cristo. Las imágenes, con sus cuerpos alargados y sus rostros sufrientes, nos recuerdan la fragilidad de la vida humana.

Ya Antonio Machado, en sus «Campos de Castilla», nos invitaba a contemplar la Semana Santa como un ritual que trasciende el tiempo y nos conecta con lo eterno. Año tras año, el espectáculo se repite. Vítores y aplausos rompen el silencio, como un eco de fe que se extiende por las estrechas calles. En Semana Santa, dejemos que las tradiciones y los rituales anticuados nos envuelvan, que las figuras de madera nos hablen en su lenguaje silencioso,  que manierismo y devoción se entrelacen. Porque, al fin y al cabo, la Semana Santa es más que un ritual: es un puente entre lo humano y lo divino, entre lo efímero y lo eterno.